domingo, 12 de junio de 2011

La revolución empieza en ti

Qué fácil es no actuar y excusarse argumentando que una pequeña acción local no ayudará a cambiar el desencantado mundo que nos rodea y que los medios de comunicación se encargan de publicitar: crisis, hambre, muerte, guerras, egoísmo, inconsciencia… las injusticias y los disparates humanos pasan por delante de nuestros ojos día tras día, y no ya en las páginas de los diarios sino en nuestra ciudad, en nuestra calle, en la puerta de al lado y en nuestra propia casa. Algunas veces no vemos las incoherencias que nos rodean; en la mayoría de ellas sí las notamos, pero nos hacemos los locos. A mí que me dejen tranquilo: yo sólo quiero tener un trabajo estable, un pisito tranquilo y un sofá cómodo en el que tumbarme cada noche enfrente del televisor a olvidarme de lo insulsa que es mi vida. Aunque, claro, cada uno de nosotros se esfuerza en disfrazar ese vacío existencial hasta que, de tan maquillado que lo tenemos, nos olvidamos de que está ahí. Pero está latente. Preparado para explotar ante el mínimo estímulo que nos grita: ¡REACCIONA!

Acallamos nuestra conciencia yendo a manifestaciones, donando cinco euros mensuales a una ONG, quejándonos del Gobierno con nuestros amigos mientras nos tomamos una cerveza. Algunos ni siquiera hacen nada de eso. Su ceguera es total: de tanto taparse los ojos, éstos se han dado la vuelta en sus cuencas. Otros, en quienes todavía queda un resquicio de conciencia, se embarcan en grandes proyectos para cambiar el mundo y viajan a las antípodas a “ayudar” a otros para sentirse menos mal. Viajan miles de quilómetros (o su dinero viaja miles de quilómetros) para olvidarse de que su casa, su familia, su propia existencia, es lo que va mal. Regalan abrazos a desconocidos en la plaza más céntrica de la ciudad, y al entrar por la puerta de su hogar ni siquiera saludan. Se meten voluntarios en una asociación de ayuda a víctimas del maltrato, pero cuando una conocida les dice que su pareja no quiere que siga manteniendo una relación de amistad con cualquier hombre se callan para no parecer entrometidos o maleducados. O incluso radicales.

Tenemos la idea de que los grandes cambios se producen con grandes acciones. Es evidente que las acciones a gran escala (como, por ejemplo, las acampadas del 15M) ayudan a abrir un poco más la conciencia de un importante número de personas. Perdidos en la vorágine de la solidaridad y la búsqueda de fórmulas para parecer mejores personas (pose que, con las redes sociales, cobra una mayor visibilidad pues cualquiera puede publicar una foto suya en la última manifestación) nos olvidamos de nuestro entorno, del entramado de familiares, amigos y conocidos que a menudo están atrapados en esquemas de pensamiento perjudiciales que les impiden ver más allá de sus creencias (obsoletas) y sus limitaciones (ficticias).

Nos callamos ante las aberraciones que nos expresa nuestro entorno. Miramos para otro lado, nos rendimos. Pensamos: “ya cambiará”. Sabemos que detrás de esas ideas hay una serie de conexiones que necesitan una reconstrucción integral. ¿Quién de nosotros no ha escuchado de la boca de alguien cercano que su pareja es celosa, y que eso significa que le quiere más? ¿Cuántos de nosotros, a pesar de reconocer que esa idea es destructiva y anticuada, y que necesita ser desterrada del pensamiento colectivo, han asentido con la cabeza y han escondido su opinión? 

¿Y cuántos de nosotros hemos participado en las manifestaciones del 15M, hemos dado nuestra cara para que la relación entre los líderes políticos y el pueblo sea más honesta y sana, y no somos capaces de conseguir eso ni con nuestros compañeros de piso? ¿Cuántos donamos dinero a organizaciones ecologistas y luego tiramos las colillas al suelo? 

La creencia de que el cambio empieza con una acción exorbitante está pasada de rosca. Hay que darle una vuelta de tuerca, o dos, o tres. Nos conviene reemplazarla por otra que nos ayude a abrir las conciencias de nuestro entorno, a propagar la coherencia entre ideas y actos, a expandir la “buena vida” libre de limitaciones autoimpuestas y creencias insanas. Piensa globalmente, actúa localmente. Cambiaremos el mundo si empezamos desde nosotros mismos.

Y con esa motivación nace este blog, que puede entenderse como una segunda parte de La Percepción Consciente pero más elaborado (tanto en las futuras entradas como en el futuro e inminente diseño). Empieza en pequeñito, para poner mi granito de arena en el cambio de conciencia de mi entorno y de un entorno más amplio a medida que el blog vaya creciendo. Os animo a participar en él y a crear un debate constructivo en cada post.

Recuerda: la revolución empieza por uno mismo (Osho).

3 comentarios:

  1. Me has recordado un artículo que leí hace unas semanas (http://antoniomuñozmolina.es/2011/05/hora-de-despertar/). Especialmente a las ultimas frases:
    "[...]creo que el despertar forzoso al que parece que al fin estamos llegando ha de tener una parte de rebeldía práctica y otra de autocrítica. [...] autocrítica para no ceder más al halago, para reflexionar sobre lo que cada uno puede hacer en su propio ámbito y quizás no hace con el empeño con que debiera: el profesor enseñar, el estudiante estudiar haciéndose responsable del privilegio que es la educación pública, el tan solo un poco enfermo no presentarse en urgencias, el periodista comprobando un dato o un nombre por segunda vez antes de escribirlos, el padre o la madre responsabilizándose de los buenos modales de su hijo, cada uno a lo suyo, en lo suyo, por fin ciudadanos y adultos, no adolescentes perpetuos, entre el letargo y la queja, miembros de una comunidad política sólida y abierta y no de una tribu ancestral: ciudadanos justos y benéficos [...]"
    Asi que estoy de acuerdo. La revolución empieza por uno mismo. Por actuar con sentido común y con un poco de responsabilidad cívica.
    Seguiré tus vueltas de tuerca, que lo sepas ^^

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  3. Ésa es la palabra: responsabilidad. Un valor que tenemos bastante olvidado. Sí­, es esencial dar lo mejor de nosotros mismos en cada rol
    que juguemos: como hijos, como parejas, como estudiantes o como peatones. Además de contribuir a mejorar nuestro entorno, eso ayudará a que disfrutemos más de cada situación, por sencilla que sea.
    Y siempre autocrí­tica, claro está :)

    Gracias por la aportación! :D

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