lunes, 13 de junio de 2011

Manipulación informativa

Una de las actitudes que más me llama la atención de la gente que estudia, como yo, la carrera de Periodismo, es la de estar dispuestos a venderse a cualquier precio a una cadena que manipula descaradamente la información. Estoy hablando, concretamente, de Canal 9, la televisión pública de la Comunidad Valenciana. Pero este ejemplo puede extrapolarse a cualquier medio de comunicación que, movido por intereses económicos, políticos o de cualquier otra clase, dirija su línea editorial hacia puertos tan inverosímiles como vergonzosos.


Comencé a pensar en esto en una clase de Teorías de la Comunicación. Se abrió el debate de si los periodistas son, o no son, marionetas de los mandamases de los periódicos o televisiones en los que trabajan. La opinión generalizada era que sí, obviamente; eso no me sorprendió. Lo que sí lo hizo fue la actitud de derrotismo hacia dicha realidad, y la convicción de la mayoría de que cualquier periodista en paro haría lo mismo que todos los demás: servir a un medio que juega con la ignorancia de las personas para favorecer unos intereses económicos o a un partido político. Algunas personas presentaron esta opción de vida como si fuera la única, como si no nos quedara otro remedio que aceptar un trabajo en el que, aun en contra de tus principios, resuelves manipular a la opinión pública. 

Luego, claro está, son estas personas las primeras que van a una manifestación en contra de la política informativa de Canal 9.


Aquí se nos plantea un dilema moral con dos salidas posibles: la primera, aceptar el contrato de trabajo en determinado medio que, además de manipular la información, lo hace en la dirección contraria a tu ideología (que, al menos, si lo hiciera a favor de ésta… aunque tampoco lo justificaría, en ese caso); la segunda opción, rechazar el contrato y seguir viviendo con tus padres o llevar a tus hijos a cenar a un comedor de la caridad. A primera vista, ésas son las alternativas que nos quedan. Sin embargo, yo me pregunto: ¿seguro que no hay alguna otra más allá de lo aparente? ¿De verdad que si no buscamos (no más, sino de otra manera) a fondo no encontraremos otras posibilidades? ¿Realmente sólo nos queda estar al servicio de los  tres tiparracos de turno que monopolizan la información?

Una de las premisas de la técnica de la “especificación de objetivos” de la PNL es que cada meta que nos marcamos ha de ser ecológica. En este sentido, ecológico significa que me beneficie tanto a mí como a mi entorno. Si lo aplicamos al tema del trabajo en los medios de comunicación, podemos ver claramente que pocos deciden su ocupación teniendo en cuenta a su entorno. Aceptamos un trabajo en el que nos explotan, nos mal pagan y, en el que, además, nos obligan a contar la realidad desde una perspectiva distorsionada, y lo hacemos porque lo primero es nuestra hipoteca, nuestro plato en la mesa dos veces al día y nuestro paquete de tabaco diario. Conseguimos una felicidad vítrea a cambio de jugar con las conciencias de miles de personas que ven el informativo acríticamente y se dejan influir por cada coma fuera de sitio. Nuestra comodidad viene dada en detrimento del adormecimiento de los demás. Pero preferimos no pensar en eso, y el sueldo (escaso) a finales de mes nos hace olvidar. Desde luego, lo último que hacemos es pensar en nuestro entorno inconsciente e ignorante al que estamos contribuyendo. ¿Ecología? Ninguna.

Tachadme de idealista, pero me parece clave para el futuro del periodismo (y de la sociedad) que los estudiantes empecemos a plantearnos si realmente queremos ser esclavos de unos medios que nos utilizarán para manipular las mentes de los demás. ¿De verdad creemos, con 20 ó 21 años, que no nos queda más remedio que arrodillarnos ante ellos? ¿Podemos mantener la coherencia si nos quejamos de Canal 9 cada dos por tres, pero luego nos encomendamos a dicha cadena cuando nos ofrece una miseria a cambio de nuestros servicios? 

Me sigue pareciendo increíble que jóvenes estudiantes en los primeros veinte años de su vida den esta lucha por perdida. No me cabe en la cabeza que haya quien, a cambio de su comodidad personal, acepte trabajar en una revista para adolescentes escribiendo sobre estrategias para conquistar al chico de tus sueños o acerca de los trucos para tener una piel perfecta (¿quién no la tiene a los diecisiete años?). O quien se rinda ante la atracción del dinero y tergiverse reiteradamente la información contribuyendo así al aborregamiento general.

¿Cuántas generaciones más de jóvenes periodistas harán falta para que cambie la conciencia profesional y nos neguemos a ser simples títeres de la manipulación informativa? Para hacer bien nuestro trabajo, sea el periodismo o cualquier otro, es imprescindible mirar más alto del nivel en el que nos encontramos. Para informar correcta y justamente no debemos pensar en nuestra cuenta corriente, sino en cómo influirá la noticia que estamos redactando en la conciencia social. Nos conviene tener siempre en mente la ecología, trascender las cuatro paredes de nuestra casa e ir más allá de lo que podemos tocar. Nos conviene darle un sentido, un significado a lo que hacemos. Sólo así cambiaremos el panorama actual.

Un organismo que sólo piensa en función de su supervivencia destruirá, invariablemente, su medio ambiente y, por consiguiente, se destruirá a sí mismo. Eduard Punset

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